LOS MÚSICOS VIAJEROS

Aquel asno ya estaba muy viejo para trabajar y su joven dueña lo echó fuera de la granja.

-¿Que va a ser de mí? -se lamentó el pobre animal-. Me voy a morir de hambre y de frío.

Caminando, caminando, el asno se encontró con un perro al que también habían abandonado por ser demasiado viejo para cazar.

-No te apures -le dijo el asno-. Yo estoy en la misma situación. Si te parece, podemos recorrer juntos el camino.

-¡Fuera de mi casa! -gritó la muchacha de aquella casa, ahuyentando a un pobre gato-. Ya eres viejo para cazar ratones y no pienso mantenerte.

-Me parece que tendremos un nuevo compañero -dijo el asno al perro.

Después de cruzar un bosque, los tres amigos encontraron a un gallo que estaba llorando.

-¿Qué te ocurre, amigo? -preguntó el asno.

-¡Pobre de mí! -se quejó el gallo-. Mi amo, viéndome tan viejo y cansado me ha echado del corral.

El gallo se unió al asno, al gato, y al perro, y los cuatro, para ganarse la vida, decidieron formar un orfeón.

-El gallo cantará -dijo el perro-, el asno rebuznará, el gato maullará y yo ladraré. ¡Será un hermoso orfeón!

-¡Oh! -dijo el gallo al llegar frente a una casa, y mirando por la ventana-. La casa está ocupada por un grupo de ladrones que se están repartiéndo el botín.

-¡Vamos a darles un buen susto! -propuso el asno.

El perro ladró, el gato maulló y el asno rebuzno con todas sus fuerzas.

-¡Kikiriki! -terminó el gallo, para acabar de redondear la cosa.

Los ladrones, como es de suponer, se marcharon asustados de la casa.

Los cuatro animales entraron en la casa y, viendo que había comida preparada, se dispusieron a cenar.

-Esperadme aquí -dijo el jefe de los ladrones-. Voy a ver quién ha entrado en la cabaña.

El jefe de los ladrones entró en la casa, avanzando a tientas en la ocuridad.

-¡Socorro! -gritó, sin ver que el gato le saltaba encima -. ¡Un monstruo me ha clavado sus uñas en la nariz!

Al querer escapar, el perro salió de su rincón y le mordió en el tobillo.

-¡Ayuda! -volvió a gritar el ladrón-. ¡He sido atrapado por un cepo!

Al querer escapar, el asno, que le esperaba fuera, le propinó un par de coces, mientras el gallo gritaba con toda la fuerza de sus pulmones:

-¡Kikiriki! ¡Kikiriki! ¡Kikiriki! ¡Que se vaya de aquí!

Los cuatro amigos se quedaron a vivir en la casita del bosque y los ladrones se marcharon lejos, muy lejos para no volver jamás.

 

FIN

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