LOS GUERREROS INCAS

Tesco recorría las montañas sembrando papa y cañihua. En las pendientes de las cordilleras, hundía el arado de pie y abría los surcos. Después depositaba las semillas.

Así trabajaba, desde que aparecía el sol hasta que se ocultaba. Porque él era muy fuerte para sus nueve años.

Una tarde vio un ejército que se acercaba. Tesco no salía de su asombro. No sabía qué estaba ocurriendo. Había miles de guerreros pintados y tremendamente armados.

Tesco bajó a gran velocidad y avisó a su pueblo:

-¡Vienen a atacarnos! ¡Parecen un gigantesco reptil!

Todos los hombres se prepararon para defender a su pueblo.

Cuando asomó el ejército enemigo, una lluvia de flechas lo recibió. Pero los guerreros siguieron avanzando, protegidos por sus escudos.

Pronto llegaron y la lucha fue cuerpo a cuerpo: porras y hachas cruzaron el aire.

También Tesco defendió a su pueblo. Con otros chicos, trepó las peñas y rodó unas rocas, aplastando la cola del gigantesco reptil.

Pero el enemigo era invencible. Esa noche la luna alumbró a los invasores, que eran los poderosos incas.

Ahora habían conquistado un pueblo más y formaban un imperio inmenso y organizado.

Huáscar era el Inca que gobernaba en el Cusco, el ombligo del mundo.

A Tesco lo mandaron a trabajar en la agricultura, como antes. Pero aprendió a sembrar en los andenes, que eran peldaños de una escalera fantástica que atravesaba las nubes.


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